sábado, 7 de marzo de 2009

Crónicas de un empleo nuevo...

...Ó Un viaje extraño a los orígenes de Saurio...
Este posteo es traído a ustedes por:

Para la otra le doy acabados a estas madres...
Tal vez.
Fue el Lunes pasado.
Me habían dicho de un empleo en un taller de serigrafía, que había un papel pegado y que podía ir y arrancar un numerito y llamar al solicitador.

Han estado pasando días y días iguales: secos, sin chiste, sin nada nuevo. La pinche vida pasando lenta, arrastrándose frente a mi como con la intención DIRECTA de chingarme la madre.
Igual que el resto de los empleos que me habían platicado, pude haberlo dejado pasar; como todo buen haragán, teniendo un pinche techo sobre mi cabeza y comida en las tripas, vamos, me daba igual conseguir empleo ó no. En todo caso, tenía como excusa que "la escuela no me deja..."

Pero ese Lunes en particular, no sé qué pasó. No recuerdo qué tanto hablé, no sé que tanto habré dicho...
Que ME HICE emputar.
PERO BIEN EMPUTADO.

Salí, caminé las tres, cuatro, cinco calles hasta el local de tintas donde estaba el dichoso anuncio.
"Me lleva la chingada... no es mi primer pinche trabajo... ya no soy un chamaco pendejo..."
La gente ni siquiera voltea a mirar cuando se da cuenta de que hablas para tí mismo entre dientes. Menos aún cuando les sacas como treinta centímetros omásn en estatura (Y no, no es que mida dos pinches metros, es que por acá todos son chaparros...)

Arranqué el número, regresé a la casa.
Era celular, de modo que meterle crédito al mío y marcar.
Sonó una, dos, tres veces...
Me manda al PINCHE buzón.
Cuelgo.

Pasa un rato, suena mi celular. Contesto.
"¿Bueno?"
"Buenas tardes..."
"¿Quién habla?"
"Hablaba para lo del trabajo de serigrafía..."

Intercambiamos algunas palabras. Querían gente de tiempo completo, en horarios de ocho y media a siete.
Valió madres.
Le digo que estoy estudiando, de cuatro a diez, y que hago una hora de camino a la escuela.

"Uuuy, es que necesito gente de tiempo completo... bueno, vente y platicamos. ¿Qué hora tienes?"
"Las diez"
"¿Por dónde vives?"
"Por tal y tal..."
"Va, ton's te queda cerca. ¿Puedes venir como a las once?"
Pasan algunos segundos de vacilación en que me digo que no debí marcar.
"Seguro."

Cuelga. Me quedo callado y arrumbo el teléfono en la cama.
Igual sé que conseguir empleo es una pifia. Los buenos empleos están ya todos llenos; los empleos de medio tiempo son todos una mierda y, para acabarla, soy estudiante: la clase laboral menos solicitada y la más marginada en esta ciudad de cabrones.

Pasan cinco, diez minutos...
Nah, ya no voy a ir.
Ya no...

Me levanto. Cierro mi cuarto, salgo a la calle.
Se me van ocurriendo miles de cosas: va a estar pesado, no voy a aguantar con la escuela, estaré rodeado de chakas, me van a romper la madre...

Pero hay una voz más fuerte que acalla estas frases. Una voz encabronada, alimentada por amargura, atada por cadenas de desidia que ese pinche día me terminaron de hartar:

ME VALE MADRES.
ME VALE MADRES.
ME VALE MADRES...

Doy con la dirección con ayuda de Manchego (resulta que está a cinco minutos de su casa, diez minutos de la mía) y toco la puerta.
Abre una señora, le explico qué chingados hago ahí y me dice que me pase y espere unos diez minutos.

Entro: un desmadre de pulpos, tinta, marcos de serigrafía, playeras...
Ahí está el dueño.
Me saluda, hablo con él, le explico lo de la pinche escuela.
"¿Qué estás estudiando?"
"Diseño. Diseño Gráfico."
"¿Sabes de ésto?"

Sé la teoría, imprimí un pedido de ropa interior femenina (sí, se imaginan bien, de pésima calidad) una vez con un amigo diseñador y entraba de vez en cuando con el Nii-San a sus pinches clases, pero de la maquila en sí no sabía una mierda.

"Sí" Me aventuro.
"Mira, estas son las hojas con las que sacan cada tinta. Cada impresión es un color de tinta... ¿Sabes tratar imágenes con la computadora?"
"Sí"
"¿Y sí sacas las madres éstas de los colores"
"Sí"
"Ps' a ver qué tranza. Un día de estos te pongo ahí en la computadora que tengo y si sales más chingón que mi diseñador, pues ya mejor te quedas ahí..."
"Ok"
"Pues ya estás, mañana a las ocho y media..."

Salgo. Llego a la casa, me preparo para la escuela.
Y en el camino... una rara, extraña sensación de triunfo. ¿Sobre mí mismo? ¿Sobre mi desidia?
No sé. Me vale madres.

Y bueno, la semana ha sido más ó menos aprender el negocio. Claro, no soy ni siquiera estampador, pero vamos, me gano unos pesos nada más poniendo y quitando las dichosas camisas de las paletas del pulpo, y además aprendo un chingo de esto (me están dando clases Y ME ESTÁN PAGANDO POR ELLO)

Conozco a Omar, un tipo que yo llamaría "estándar" por esos lugares. Un año más joven que yo, una esposa, una hija...
Se la pasa hablando de serigrafía los primeros días, y me admiro del entusiasmo con el que lo hace; quizá por que de ello vive, quizá por necesidad, pero habla con interés acerca de cómo saca el diseñador la malla, las que quedan bien, las que quedan mal; plastas, puntos, diseños a dos, tres, cuatro y hasta seis tintas...

Siento una punzada de culpa al escucharlo y ser consciente de que, a pesar de estar estudiando algo que le es tan cercano, no siento (ó no sentía) el mismo entusiasmo que él.
Sale una duda y le pregunto. Unos quince minutos de explicación que a veces cae en el exceso de detalle, otras veces en la ambigüedad.

Luego vienen los gustos musicales: él oye banda, happy punk, salsa... pura música que no me gusta. Que tolero, pero vamos: yo soy todo Metallica, música instrumental, música "rara".
Vienen las pláticas de bar, de peleas; de pinches changos grifos en las calles y tubazos en los palenques; de pistolas y "brincarle" a los hijos de la chingada.
Yo escucho mientras coloco las playeras. La verdad es que sí me interesa, y me sorprende.
Quizá por lo distanciado de nuestras realidades, quizá...
O quizá por lo contrario.

Comienza a platicarme acerca de peleas de gallos, de cómo saber si un gallo es fino ó si es "rana"; y al tiempo me pongo a pensar, con ese pinche molesto culero mamón trozo de filósofo en mi, un montón de "Qué tal si..." y "Si hubiera..."
Alejado del idealista que soy yo, éste cabrón ve las cosas como son. Ó al menos ve las cosas a su alrededor como son, simples y llanas, sin adornarlas de referencias filosóficas, ó reflexiones existencialistas.

Y me pregunto, ¿Qué chingados me hizo ser diferente a él?
¿Qué me hizo recluirme en mi cuarto, dibujando, en vez de salir a las calles a embriagarme y a pelear? ¿Qué me hizo estar dentro de casa en la adolescencia, en vez de largarme a los antros de mala muerte y regresar con el cuerpo molido a palos y botellazos? ¿Qué me hizo reflexionar las cosas, por encima y antes de probarlas?

¿Qué me hizo ser tan diferente de "como debería ser"?
Y más importante aún, ¿Por qué chingados me hice como soy, teniendo la opción de este cabrón?

No por que lo prefiera... en todos los aspectos.
Pero ahí están las preguntas.

Termina por fin la semana.
Sábado, el bendito cabrón chingón ¡Oh, PINCHE SÁBADO! Día de paga.
Me dan mi plata. Me despido de Omar.
Salgo a la calle, llego a mi casa y me enclaustro en mi cuarto, para cambiarme las ropas manchadas de tinta y preparándome para ir con Manchego y algunos amigos a echar desmadre a la casa de Sol.

Igual, chingaos, ya no voy, pienso ni quiero cambiar...
Pero, ¿Y si hubiera...?
Nah.
ME VALE MADRES.

Cuídense!!






1 comentario:

  1. Pues la verdad me sentí identificado con ese "y si hubiera...?" que se te pasó por la mente, yo tambien varias veces me pregunte "y si yo...?" o mejor dicho "por que yo no estoy del otro lado? porque no paso el fin de semana emborrachandome y vomitando?" pero luego como que vuelvo en mi y me respondo a mi mismo "Naaa a mi que me importa!" y prosigo con la actividad que no le interesa a nadie mas que a mi que este desarrollando en el momento...

    jaja bueno sin mas que decir saludos y cuidate vos tambien!

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